El declive del café en Cuba
DIMAS CASTELLANOS | La Habana | 14 de Junio de 2016 - 8:31 am.
El café, arbustos de las regiones tropicales, del género Coffea, al
igual que el ganado arribó a Cuba procedente de La Española. Lo trajo
Don José Antonio Gelaber en 1748, quien fundó el primer cafetal en el Wajay.
En los años de 1760 la oligarquía habanera se proyectaba hacia un nuevo
objetivo: hacer de Cuba la primera productora mundial de azúcar y café.
A ese propósito coadyuvaron las características del suelo cubano,
apropiados para el cultivo del grano, suficiente tierra donde producirlo
y la revolución de Haití en 1791, que hizo huir a miles de colonos
franceses poseedores de conocimientos, que arribaron a Cuba y se
establecieron en la región oriental del país, especialmente en zonas
montañosas de Santiago de Cuba, Guantánamo y Baracoa, donde fomentaron
grandes cafetales y hoy se produce más del 85 por ciento del café nacional.
Gracias a ese impulso, las plantaciones cafetaleras se extendieron, tal
y como evidencian los siguientes datos: en 1803 había en la Isla unas
108.000 matas de café, y en 1807 pasaban de 1.110.000; las exportaciones
aumentaron diez veces entre 1790 y 1805; y Cuba llegó a imponer los
precios del café en muchas capitales europeas. En 1827 el agro cubano
contaba con 2.067 cafetales, y en 1830 ya Cuba era la primera
exportadora mundial de café, lugar ocupado por Haití hasta el estallido
revolucionario.
La alta producción cafetalera generó la costumbre de beber café varias
veces al día, lo que devino signo de identidad en la vida cotidiana de
los cubanos. Esa costumbre, devenida cultura, se manifestó en el aumento
de la demanda a un ritmo tal que obligó a dedicar la producción nacional
al consumo y recurrir a la importación para suplir el déficit del grano.
A partir de 1925 los gobiernos dictaron varias medidas proteccionistas
que contribuyeron a modificar la relación entre producción e
importación. En 1930 Cuba logró cubrir nuevamente la demanda interior y
comenzar la exportación. Según fuentes del Ministerio de la Agricultura,
en la década de los años 40 del pasado siglo, Cuba era otra vez la
principal exportadora de café del mundo.
Las medidas gubernamentales y los esfuerzos de los cafetaleros cubanos
se manifestaron en el aumento de la producción. En 1946 la cifra fue de
573.713 quintales (26.390,7 toneladas); en 1951 llegó hasta 714.000
quintales (32.844 toneladas); y tuvo su apogeo en la cosecha cafetalera
1960-1961, cuando el país alcanzó las 60.000 toneladas.
50 años después de ese resultado, la zafra de 2010-2011 descendió hasta
6.000 toneladas (10 veces menos). El efecto de tan alta reducción fue
tratado por el presidente del Consejo de Estado, general Raúl Castro, en
la Asamblea Nacional del Poder Popular el 18 de diciembre de 2010, donde
expresó: "en el próximo año no podemos darnos el lujo de gastar casi 50
millones de dólares en importaciones de café para mantener la cuota que
hasta el presente se distribuye a los consumidores, incluyendo a los
niños recién nacidos. Se prevé, por ser una necesidad ineludible, como
hacíamos hasta el año 2005, mezclarlo con chícharo, mucho más barato que
el café, que nos cuesta casi tres mil dólares la tonelada, mientras que
aquel (el chícharo) tiene un precio de 390 dólares."
En la siguiente zafra, la de 2011-2012, sin tomar en cuenta todos los
factores que intervinieron en el declive, las autoridades
gubernamentales dictaron algunas medidas que lograron un crecimiento
productivo. Se produjeron 7.100 toneladas (1.100 toneladas por encima de
la zafra precedente). Sin embargo, una de esas medidas consistió en
extender el tiempo de la cosecha por encima de lo habitual, con el
consiguiente perjuicio para la zafra siguiente. A pesar del costo pagado
para lograr ese crecimiento, a ese ritmo, de forma sostenida, se
requerirían 48 años para igualar las 60.000 toneladas de 1960-61.
Los hechos se encargaron de demostrar la insuficiencia de las medidas
dictadas para un crecimiento sostenido. Por ejemplo, en el municipio
Niceto Pérez, de Guantánamo, uno de los mayores productores del grano,
la producción descendió en más de dos terceras partes.
Una vez más, en lugar de atacar las causas esenciales se acudió al
inútil recurso del llamamiento ideológico. El 20 de septiembre de 2012,
Orlando Lugo Fontes, entonces presidente de la Asociación Nacional de
Pequeños Agricultores —organización representante de los intereses
estatales— llamó a realizar una zafra cafetalera organizada. Pero el
desinterés de los productores, el envejecimiento de las plantas y la
prolongación del tiempo de cosecha se encargaron de hacer inútil la
arenga del dirigente campesino. El resultado fue una nueva caída de la
producción cafetalera.
Durante la cosecha 2013-2014 la producción descendió a 6.105 toneladas,
una cantidad inferior a la del año anterior y diez veces menos que la de
1960-61. Fue una cifra insuficiente para cubrir la demanda nacional, lo
que obligó, como había ocurrido en los primeros años del siglo XX, a
comprar café en el mercado exterior para completar el consumo nacional;
y como también había sucedido en 2010 y 2011, años en que hubo que
importar 18.000 toneladas, con un costo de decenas de millones de dólares.
Para la cosecha 2014-15 dos de las provincias orientales del país
pronosticaron que el resultado variaría muy poco respecto a la zafra
precedente. Sin la voluntad necesaria para destrabar las relaciones
económicas, el Estado ha tomado un conjunto de medidas para elevar la
producción en la presente zafra 2015-16 hasta 15.000 toneladas, cifra
que, de alcanzarse, todavía seguiría muy lejos de las 24.000 que
necesita el país para consumir y exportar.
El control monopólico del Estado, los precios de acopio, las
innumerables restricciones a que son sometidos los productores, las
restricciones para comercializar una parte de la cosecha fuera del
compromiso que le impone el Estado, las relaciones de propiedad de la
tierra, la inexistencia de un modelo económico capaz de producir con
eficiencia y el miedo del Estado a la formación de una clase media,
están entre las principales causas del declive cafetalero en Cuba.
La más clara manifestación de ausencia de voluntad política para
revertir el declive ha sido la respuesta negativa del Buró Nacional de
la Asociación de Agricultores Pequeños —sin consultar a los productores—
al anuncio realizado por el Departamento de Estado de EEUU de permitir
la importación de café cubano a ese país directamente por los productores.
Con esa voluntad característica del totalitarismo y eludiendo las
verdaderas causas, el Gobierno cubano insiste, infructuosamente, en
producir para el año 2020 unas 24.000 toneladas de café.
Source: El declive del café en Cuba | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1465252634_22897.html
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