La libreta buena y la libreta mala
por Alejandro Armengol
Si termina por sufrir una muerte por adelgazamiento, no hay un gran
mérito en eliminar la libreta de abastecimiento cubana, que cumple
cincuenta años el viernes. La cuestión fundamental es que ésta tiene dos
aspectos, aunque se tiende a enfatizar uno y olvidar el otro. Siempre se
menciona a la libreta como el instrumento que regula la cantidad que se
puede adquirir de un producto alimenticio, desde frijoles hasta algún
tipo de carne. Esta función reguladora y restrictiva es objeto de
crítica, en Cuba y Miami, desde hace décadas.
Pero hay otra función que cumple la libreta, la de canasta básica de
alimentos: un medio que permite la adquisición de alimentos subsidiados.
En este sentido "libretas" similares han existido en otros lugares, y
siempre se le han visto en un sentido positivo. De hecho, si la libreta
termina por desaparecer, es posible que el Gobierno cubano se vea
obligado a poner en práctica alguna forma de subsidio, para un grupo
básico de alimentos, destinado a las familias menos favorecidas.
El gobernante Raúl Castro se ha referido a este sentido y no a la
función igualitaria que con poco éxito la libreta ha desempeñado durante
tantos años. No deja de resultar conveniente que se imponga un enfoque
más realista sobre la situación en que se encuentra la isla: la libreta
sólo resuelve, a duras penas, la alimentación por algunos días, y
siempre ha provocado más rechazo que cualquier otro sentimiento y
opinión. Aunque este enfoque realista no va muy lejos cuando no se
aplican las reformas necesarias para superar las deficiencias.
Es cierto que los precios de los productos cubanos que brinda la libreta
están subsidiados por el Estado cubano. Pero al mismo tiempo, los
precios de los mismo artículos, cuando se adquieren "por la libre" son
excesivos, incluso en comparación con el mercado norteamericano. Esto,
por supuesto, sin tomar en consideración la diferencia abismal entre los
salarios entre las dos naciones.
Como los productos por la libreta no cubren ni remotamente las
necesidades mínimas y el problema de la falta de alimentos en los
establecimientos estatales es ya una situación endémica en Cuba, el
gobierno de Raúl Castro ha intentado organizar un poco mejor la
economía, combatir la corrupción e incentivar ciertos sectores
productivos como el campesinado. Hasta ahora, los resultados continúan
siendo muy limitados.
En buena medida, lo que impide el avance tecnológico es el tratar de
mejorar un modelo obsoleto. Es como empeñarse en echarle aceite a los
ejes de una carreta tirada por bueyes, con la ilusión de que va a poder
competir favorablemente contra un tractor.
Cuando Fidel Castro se vio obligado a realizar un traspaso temporal del
poder debido a su enfermedad, muchos pensaron que Raúl Castro, una vez
en el poder de forma permanente, desarrollaría un modelo similar al
chino. El que Fidel Castro se recuperara en cierta medida de su
padecimiento fue posteriormente uno de los factores más repetidos para
justificar la falta de avance en las prometidas reformas estructurales.
Sin embargo, una mirada hacia atrás no permite muchas esperanzas en un
supuesto Raúl Castro partidario del modelo chino. En los años 90, que
fue el momento de mayor liberalización económica, las Fuerzas Armadas
Revolucionarias iniciaron una gran expansión de sus actividades
económicas, pero sin inclinarse a llevar a cabo un proceso de reformas
de mercado sino a buscar la financiación de sus propias fuerzas, y de
paso el enriquecimiento o al menos la mejora del nivel de vida de los
oficiales. Aquí también puede argumentarse que Fidel Castro fue el
elemento de freno a la ampliación de este proceso, pero hay elementos
para pensar que los motivos que frenan el desarrollo económico
trascienden el simple marco de la gestión y tiene un aspecto político
fundamental.
Ahora caben menos dudas de que cuando Raúl habló de "reformas
estructurales" se refería más a factores organizativos que a una
ampliación sustancial del limitadísimo sector de la producción y los
servicios por medios privados.
"En la formación del Producto Interno Bruto la empresa estatal
socialista va a seguir siendo determinante... con un poco más de
eficiencia", dijo el martes el vicepresidente Marino Murillo a un grupo
de corresponsales de la prensa extrajera en La Habana.
Por otra parte, las reformas de gobierno, que sí el general ha podido
llevar a la práctica a plenitud, no parecen estar dando los resultados
esperados.
Por ejemplo, el gobierno de Raúl ha disminuido el número de ministros,
pero al mismo tiempo aumentado el de los vicepresidentes. Aun suponiendo
que esta estrategia tuviera como objetivo ampliar la dirección
colectiva, hay algo distorsionado en ella, de acuerdo a la capacidad
productiva, el comercio y el tamaño del país. Cabe preguntarse si en
este caso la búsqueda de eficiencia no ha cedido ante la necesidad de un
reparto amplio de los poderes, que se traduce en alianzas y compromisos
que se justifican desde un fin político pero no económico. Los problemas
económicos de Cuba no dependen de la reducción ministerial o el cambio
de carteras.
La conclusión es que, al tiempo que el aparente esfuerzo por disminuir o
eliminar la hipertrofia de la superestructura gubernamental de la isla
se ha convertido en una especie de "mover fichas", sin resultados
notable, tampoco se han realizado otras trasformaciones que se requieren
para iniciar al menos la adecuación de la estructura económica a la
realidad del país, desde la disminución del número excesivo de centros
universitarios hasta el traspaso de labores del comercio minorista y los
servicios a manos privadas, algo que no hay intenciones de llevar a cabo.
Ell gobierno de Raúl Castro ha tratado de estimular la agricultura a
través de formas diversas, desde lograr que el Estado pague sus deudas a
los campesinos hasta un aumento de los precios que paga por los
productos agrícolas y la entrega de tierras improductivas en usufructo a
quienes quieren cultivarlas. Hasta el momento, los resultados de tales
planes han sido pobres.
Tras las primeras esperanzas de cambios, además del uso de la represión,
el gobierno de Raúl Castro depende cada vez más, para su legitimidad, de
la herencia revolucionaria legado de su hermano y no de una eficiencia
pretendida y no alcanzada.
La libreta "se ha venido convirtiendo, con el decursar de los años, en
una carga insoportable para la economía y en un desestímulo al trabajo,
además de generar ilegalidades diversas en la sociedad", dijo Raúl
Castro al comienzo de su mandato, cuando hablaba de la eliminación de
"subsidios y gratuidades indebidas". Por entonces se pensaba que la
nueva política sería subsidiar a personas con bajos ingresos, ya no
productos. Pero poco o nada se ha avanzado en este sentido.
"Con la libreta nadie puede vivir, pero sin la libreta hay mucha gente
que no puede vivir", dicen muchos cubanos en la actualidad.
Source: "La libreta buena y la libreta mala" -
http://armengol.blogspot.be/2013/07/la-libreta-buena-y-la-libreta-mala.html
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