La jaba, el pomo y el pozuelo
BORIS GONZÁLEZ ARENAS, La Habana | Febrero 15, 2015
Los primeros pomos plásticos de litro y medio que conocí eran de Pepsi
Cola. No recuerdo cómo llegaron esos pomos a mi casa, pero debe haber
sido a mediados de los noventa, cuando mi abuelo comenzó a trabajar en
el turismo para una empresa que traía viajeros canadienses a Cuba.
Eran pomos plásticos de dos piezas, el pomo y la base. El pomo era
transparente como los de hoy, pero con una base pegada que, al menos en
aquellos pomos de refresco, era negra. Fueron un bien que conservamos
con esmero, pues hacerse con un pomo de refresco era difícil aunque
estuviera vacío. También por eso puedo narrar con detalle su decadencia.
La base de aquellos pomos era lo primero que comenzaba a deteriorarse.
El deterioro del pomo no era tan lamentable como perder la base negra.
La razón es que en aquellos pomos, a diferencia de los actuales, en los
que base y pomo son una misma cosa, el fondo era redondo y una vez que
perdían la base no podían pararse. Cuando los pomos se hicieron más
cotidianos, era normal ver refrigeradores con varios de estos pomos
siempre acostados.
Antes del pomo plástico de refresco, en Cuba solo eran conocidas las
botellas y las latas. Las latas las conocimos, como mismo nos pasó con
los pomos, con las bebidas extranjeras.
Recuerdo que las primeras latas que conocí las llevaba a la escuela
Persi Alvarado Sariol, mi gran amigo de la primaria, pues su papá, que
luego resultó ser el agente Fraile, un espía cubano de origen
guatemalteco, se las traía del extranjero o quizás se las compraba aquí
mismo en las tiendas de diplomáticos.
Hablo del año 87, mucho antes de la legalización del dólar y la apertura
para los cubanos de las tiendas donde se podía comprar con aquella
moneda. Las latas vacías eran objetos de colección y cuando una vecina
que trabajaba en embajadas y por ello podía tener cosas como refrescos y
cervezas enlatadas, comenzó a botarlas en el patio de su casa, algunos
amigos que detectamos el malbaratamiento de aquel caudal buscábamos a
ratos en su basura para engrosar nuestro patrimonio.
Que yo recuerde, la primera lata que vi con bebida cubana era de
refresco TropiCola, estaría yo en sexto grado, así que debió ser también
en el 87 o el 88. Y si mi memoria no me falla, pero la memoria falla con
facilidad, aquellas latas especificaban que habían sido fabricadas en el
extranjero.
Pero la lata no era de la utilidad del pomo plástico, aunque en la
actualidad muchas cafeterías particulares la usan como molde para
pequeños flanes. Solo que estoy hablando de una época en que vender
flanes estaba prohibido.
El pomo plástico me permitió comprar el refresco que vendían en el
Ferreteros, el club de 1era y 20 en Miramar, y llevarlo cómodamente en
jaba a la casa. Antes de eso usaba unos pozuelos que no cerraban
herméticamente y transportarlos llenos de refresco era incómodo.
Recuerdo que en las Tiendas INTUR (Instituto Nacional de Turismo), a las
que también se les llamaba diplotiendas, había unas jabas blancas que
tenían un caracol amarillo. Creo que decían en letras azules Tiendas
INTUR y abajo easy shopping, de donde debe haber salido la palabra
chopin que se usaba popularmente para llamar aquellos establecimientos y
sirve aún para nombrar las tiendas en dólares o CUC.
Pero esas jabas de nailon no eran comunes, precisamente porque para los
cubanos comprar en estas tiendas estaba prohibido. Hasta su legalización
a mediados de los 90, tener un dólar en el bolsillo era un delito que
llevaba a la cárcel, y las diplotiendas o chopin eran lugares cerrados
a los que los cubanos no podíamos entrar. No es que difícilmente
entrábamos, sino que, de acompañar a un extranjero a comprar algo, los
cubanos teníamos que permanecer afuera.
Sin embargo, cuando se pudo tener dólares y se nos permitió entrar a
esas tiendas –las acciones no eran coincidentes, los hoteles también
eran en esa moneda y no se nos permitió hospedarnos en ellos hasta
muchos años después–, la jaba de nailon se hizo popular.
Quizás muchos ya no lo recuerden, pero en el momento de abrir las
tiendas para los cubanos, los precios subieron drásticamente de un día
para otro. Es decir, los extranjeros, que ganaban en dólares, pagaban
los productos más baratos. En cambio, los cubanos con un salario
equivalente a 2 dólares —la divisa estaba entonces a 150 pesos, no a 24
como hoy— fueron castigados con precios más altos.
Las jabas de aquél entonces no eran jabas blancas como las actuales. En
un principio, por la jaba se identificaba la cadena de tiendas a la que
pertenecía. Había una cadena de tiendas cuyas jabas decían TRD, que
quería decir Tienda de Recaudación de Divisas. Estas eran jabas blancas
con las letras azules. Estaban las tiendas CIMEX y no recuerdo si las
Tiendas Caracol, que eran unas jabas que tenían el antiguo caracol
amarillo de las Tiendas INTUR, pero rediseñado en función de su nueva
denominación. A CIMEX pertenecían las Tiendas Panamericanas, y con los
años apareció PALCO, también con sus tiendas y sus jabitas con logotipo,
y TRASVAL, cuyas jabas desaparecieron junto con la compañía, al poco
tiempo de haber despuntado de manera formidable y sospechosa.
La falta de identidad de las jabas actuales solo es achacable al hecho
de que en nuestro país todas las tiendas están bajo control del Estado,
y al monopolio no le importa atraer al cliente con reclamos hermosos,
diversos o complacientes.
Pero la jaba de nailon ha merecido un lugar especial en nuestro
imaginario técnico. Con jabas de nailon los plomeros sellan los empates
de las tuberías, los albañiles hacen relieves que imitan la piedra tosca
para cubrir fachadas y los tapiceros rellenan colchones e imitan el
mullido de los cojines.
Nos protegemos de la lluvia con ellas y, estirada, una jaba de nailon es
un magnífico lazo. Se las puede ver afianzando puertas sin cerraduras,
cerrando cajas de herramientas o aguantando cualquier objeto a la
parrilla de una bicicleta. Conocí incluso quien rellenó con jabas de
nailon la goma de su bicicleta para sustituir la cámara y el aire.
Cuando en el mundo comenzó la campaña para disminuir el consumo de
plásticos, y proliferaron los envases reciclables y la bolsa
reutilizable, no pocos cubanos se sintieron pioneros en el último
hallazgo de la economía de la prosperidad.
Pero la nuestra es una economía de la miseria, y la jaba, el pomo y el
pozuelo son compañeros inseparables de una tarea fundamental e
inaplazable que nos obsesiona: conseguir la comida del día.
Los detalles de la miseria no se recuerdan con gusto ni se exhiben con
complacencia. El intelecto, extraordinario como es, nos procura sin que
se lo pidamos el olvido de episodios que pueden producir dolor o
vergüenza. Cuando todo un Estado basa su gobernabilidad en la miseria
general, rememorar se convierte en una acción social. Por eso, por
significar a la vez un episodio ingrato pero también una denuncia
colectiva, recordar es de los más heroicos actos de subversión contra el
castrismo.
Source: La jaba, el pomo y el pozuelo -
http://www.14ymedio.com/nacional/jaba-pomo-pozuelo_0_1726027381.html
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