La cola del yogur de soya
Viernes, Mayo 3, 2013 | Por Orlando Freire Santana
LA HABANA, Cuba, mayo, www.cubanet.org -El yogur de soya constituye uno
de los alimentos con que cuentan los cubanos, sobre todo las personas de
bajos ingresos, para capear la hambruna. El producto se vende por la
libreta de racionamiento, al precio de un peso la bolsa, a los niños de
entre siete y catorce años, o sea, cuando ya no reciben leche. Sin
embargo, los dependientes de los Puntos de Leche se las arreglan para
que los carreros les dejen una cantidad adicional de bolsas de yogur,
las que se venden en forma liberada, pero a tres pesos la unidad.
Y son precisamente esas bolsas adicionales las causantes de las colas
que se forman frente a los locales de venta. Unas colas en las que
abundan las personas de la tercera edad, muchas de ellas jubiladas,
cuyos ingresos no les permiten acudir a las Tiendas Recaudadoras de
Divisas (TRD) para comprar las bolsas de leche en polvo o el yogur
natural. Obviamente, productos de mayor calidad. Y del chocolatín que
hace varios años les prometiera el máximo líder con tal de
garantizarles desayuno, todo quedó en eso: promesas.
Así, los días de la semana en que viene el yogur de soya, las personas
se aglomeran en los Puntos de Leche desde horas de la madrugada, con la
esperanza de que los carros del Complejo Lácteo de La Habana traigan las
bolsas adicionales. De ser así, los necesitados marcharán contentos a
sus hogares, pues tendrán algo con que desayunar, y reforzar las
precarias raciones de almuerzo y comida. En caso contrario, se irán
cabizbajos, con la contrariedad por el tiempo perdido, y la
incertidumbre de qué pondrán en sus mesas. De todas maneras, la cola del
yogur de soya es un espacio de intercambio social. Allí se habla acerca
de las incidencias del barrio, de los resultados de la pelota nacional,
y también de la actualidad noticiosa nacional e internacional. En este
último caso es fácil apreciar la influencia que ejercen sobre los
viejitos las Mesas Redondas de la televisión cubana.
Ramón, el vecino de mi edificio, es un señor jubilado, que tres veces
por semana amanece en esas colas. Cualquiera que converse con Ramón, ya
en horas del mediodía o la tarde, sabe si esa mañana vendieron por la
libre el yogur de soya, y eso sin necesidad de preguntarle directamente
sobre el tema. Si Ramón empieza a hablar de la crisis financiera en
Grecia, del desempleo en España, de los problemas del euro, o de la
violencia en Estados Unidos, y después contrapone esos hechos con la
idílica visión que los medios oficialistas ofrecen de Cuba, no hay dudas
de que esa mañana pudo comprar sus bolsas de yogur de soya.
En cambio, si el viejo Ramón dice que aquí nada funciona, que hacen
falta los dueños verdaderos para que la gente trabaje, o que los viejos
se van a morir de hambre debido a la carestía de la vida y las bajas
pensiones, entonces es evidente que ese día vino solamente el yogur de
los niños, y los coleros quedaron defraudados.
Hay días en que, después de dos o tres horas de cola, muchas personas se
retiran a sus casas sumidas en la desesperanza, pues llega el momento de
apertura del establecimiento, y aún no arriba el yogur ni nada se sabe
de los carros que lo transportan. Son jornadas en las que peligra hasta
el desayuno de los niños.
Y las noticias no son halagüeñas para el viejo Ramón. El Complejo Lácteo
de La Habana no está seguro de poder cumplir el plan de producción de
este año. Hay dificultades con las piezas de repuesto para echar a andar
las maquinarias que garanticen las tres líneas de producción, y existen
deficiencias en los contratos para adquirir la leche, su principal
materia prima. Además, los trabajadores no están conformes con los
sistemas de pago que se aplican, y reclaman una mejor alimentación. Así
las cosas, las Mesas Redondas tendrán que intensificar la propaganda con
vistas a amortiguar las opiniones adversas del viejo Ramón.
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