El ingenio del cubano
[04-06-2012]
Aimée Cabrera
Corresponsal de Misceláneas de Cuba
(www.miscelaneasdecuba.net).- Los últimos meses han aportado al paisaje
capitalino un toque de pinceladas mezcla de choteo, gracejo y hasta buen
gusto, cuando cientos de cuentapropistas han tomado las calles por
asalto, haciéndole la competencia a los trabajadores estatales.
Si bien algunos locales privados no cuentan con la amplitud y privacidad
necesarias, es bueno aclarar que sus trabajadores se esfuerzan en la
higiene y en preparar emparedados, raciones de comidas y otras ofertas,
en el momento en que la persona pide lo que desea.
El domingo 27 de mayo no había pan en la panadería responsabilizada con
despachar el pan normado a varios centenares de vecinos de La Candeal,
sita en San Lázaro y Hospital, en el municipio Centro Habana.
A varias cuadras sin embargo, en las otras panaderías cercanas había pan
liberado, un poco más caro, y sus clientes compraban "el que toca por la
libreta". Los que llevaban algo de dinero para ver qué conseguían para
la tarde del domingo en que todos están en casa, incluyendo a las
visitas, tuvieron qué escoger.
Los carretilleros con sus vegetales, frutas y viandas apurados por coger
dinero y rebajando en algo sus altos precios. Si no tienes donde echar
la mercancía ellos tienen bolsas a peso.
Las carretillas con bolsas de nailon de color azul, llenas de
palitroques o galletas tostadas, incluían además la venta de queso crema
para untar. Sus vendedores atentos, no paraban de despachar.
Una música grabada se apoderó del barrio de Cayo Hueso, a escasos metros
del Callejón de Hammel, poco antes del medio día, los niños corrían y
los adultos trataban de ver de dónde provenía.
Era la grabación que traían antes los carros que vendían helado, todos
desaparecidos. No obstante, un vendedor con su carro minúsculo y su
bocina a todo lo que daba, iba orondo rodeado de la chiquillería como
todo un Flautista de Hammelín.
Risueño y atento paraba para despachar y complacer a los amantes del
helado en estos días de intenso calor. A modo general, la gracia con que
pregonan su mercancía, su seguridad y complacencia establece la
diferencia de forma abismal de quienes brindan sus servicios al público,
y son estatales.
Tamales, empanadas y pizzas calientes, yogur casero bien espeso, jugos
naturales bien fríos van apoderándose del gusto capitalino que va
dejando atrás lo poco que se vende sin calidad en los establecimientos
estatales, de los que no se excluyen las mercancías en moneda
convertible, las que en ambos casos van convoyadas con la mala cara y la
estafa.
"Paletica de helado, cubierta de chocolate", "maní calientico,
garapiñado y salado", "galletas, palitroques y queso crema, cómprame",
es un ir y venir de vendedores a los que no siempre pueden hostigar los
inspectores. Ellos a su manera resuelven en el momento preciso, en esas
tardes dominicales en que la mayoría de los establecimientos están cerrados.
Una señora tira su jaba de tela atada a una soga al vendedor de pan y
mantequilla. Ella lo saluda y le pide que esté como a ella le gusta, él
sonríe y asiente con la cabeza, depositando una barra de pan olorosa y
otra de mantequilla en la bolsa de tela raída. Son poco más de las 10 de
la noche "hace más fresco y menos calor a esta hora, y vendo muy
bien"- dice el joven cuentapropista que arrastra su carretón de madera
hermético y se dirige hacia quienes lo llaman desde los balcones.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=36157
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