El camino cuesta arriba de una cooperativa gastronómica
ZUNILDA MATA, La Habana | Septiembre 16, 2016
En la noche la esquina está iluminada y los nuevos toldos sorprenden a
los transeúntes. El centro gastronómico Casa Potín encarnó durante
décadas la caída en picada de los servicios estatales, pero ahora vive
un esperanzador renacer en manos de las cooperativas. Desde sus inicios
hasta hoy, ha logrado multiplicar los salarios del personal, que de los
300 CUP mensuales han llegado a un valor 10 veces mayor. Sin embargo,
los gestores del establecimiento consideran la ausencia de un mercado
mayoristas y los altos costos del arrendamiento del local como un
obstáculo para el desarrollo del negocio.
Ubicado en la esquina de las calles Línea y Paseo en La Habana, Casa
Potín transitó por varias etapas desde sus días de excelencia a inicios
del siglo pasado, cuando era gestionado de forma privada. Muchos años
después de ser nacionalizado, y con la llegada del Período Especial, el
lugar se hundió por las limitadas ofertas, la falta de higiene y la poca
profesionalidad de sus empleados.
Hace tres años, cuando fue convertido en una cooperativa no agropecuaria
y recibió un crédito bancario equivalente a un millón de CUP, comenzó a
salir de ese agujero. La mayor parte de aquel dinero fue invertido en
equipos de refrigeración, mobiliario y la restauración del local.
Además, se trabajó para conformar un menú singular para intentar
recuperar el prestigio perdido.
El céntrico establecimiento forma parte de las 189 cooperativas
gastronómicas que han sido aprobadas en los últimos años en Cuba. Al
menos 80 de ellas ya se encuentran funcionando y el resto se halla en
medio del proceso de reparación o de solicitud de crédito antes de abrir
sus puertas al público.
"Este lugar está cambiado, hubo un momento en que daba pena y tenía muy
pocas ofertas", cuenta Ramón, de 72 años y vecino de Casa Potín. El
ingeniero jubilado se confiesa "cliente asiduo" del local, al que ha
visto transitar desde "la gloria al desastre". No obstante, opina que
los precios "no están al alcance de muchos bolsillos y siguen siendo altos".
"Cuando asumimos la gestión de este restaurante a través de esta nueva
modalidad, el local llevaba meses cerrado porque la anterior
administración había acumulado una deuda de medio millón de pesos y
nosotros tuvimos que asumirla", explica una integrante de la cooperativa
que prefirió el anonimato. La mujer se muestra optimista y agrega: "Si
todo sigue como va ahora, liquidaremos la deuda a finales de este año".
El origen de los altos importes de las consumiciones del local está en
la ausencia de un mercado mayorista para comprar los productos, según
los administradores de Casa Potín. "Estábamos muy ilusionados cuando se
abrió la tienda mayorista Zona + [de la corporación Cimex] en Miramar,
pero en realidad no hay diferencia entre los costos de comprar ahí o en
otro mercado", asegura una camarera del local.
La legislación permite a esta entidad estatal topar el precio de algunos
productos que se comercializan en las redes gastronómicas cooperativas,
una espada de Damocles bajo la que deben trabajar. Medidas similares
aplicadas a los mercado agropecuarios y al transporte privado han
contribuido al desabastecimiento y la pérdida de calidad en la oferta.
"Durante todo el verano hemos tenido problemas con los suministros de la
Empresa de Bebidas y Refrescos", dice la cooperativista "por lo que no
hemos podido garantizar una oferta estable de cervezas nacionales ni de
malta".
Las cooperativas tienen la prerrogativa de importar equipos con fines
comerciales a través de la Corporación Cimex, algo que aún le está
vedado a los trabajadores por cuentapropia.
No solo la materia prima hace el camino cuesta arriba para los gestores
de Casa Potín. De los 18 trabajadores que inicialmente entraron a formar
parte de la cooperativa, apenas quedan tres al frente de la gestión del
restaurante-cafetería.
"La gente cree que esto es algo en lo que van a trabajar poco y ganar
mucho, pero no es así, hay que sudar la camisa todos los días, cuadrar
los números a final de mes no es nada fácil", agrega la empleada, quien
reconoce que cuando el local era gestionado por el Estado "se perdían"
muchos productos del almacén y "muchos vivían de ese desvío de recursos".
La transformación en cooperativa no ha cambiado la propiedad sobre el
inmueble que sigue siendo estatal y cada mes la Empresa Restaurantes
Habana cobra unos 13.000 CUP como concepto de arrendamiento. "Es duro,
durísimo, pero tenemos más autonomía y muchos clientes están volviendo a
El Potín".
Source: El camino cuesta arriba de una cooperativa gastronómica -
http://www.14ymedio.com/nacional/camino-cuesta-arriba-cooperativa-gastronomica_0_2072792709.html
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